VOCES
Richard Büchi
La gran apuesta
“Cuando Entel se abrió al mundo, empezó a entender cómo comercializar, vender, mostrarse, y encantar a los consumidores. En el año 94 se produjo un cambio gigantesco con el multicarrier y la empresa se hizo muy visible a nivel país con el 1,2,3. Eso marcó un hito importante, porque dejamos de ser una empresa exclusivamente de ingeniería”.
“Lo más importante fue el desafío estratégico. Hasta principios de los 90, Entel era una empresa de larga distancia, que conectaba grandes corporaciones con líneas directas. Uno de los grandes aciertos en ese cambio de etapa fue apostar a la telefonía móvil, una cosa por la que, en ese entonces, nadie apostaba. Nuestro referente era Estados Unidos, pero en esos años ni ellos habían desarrollado tanto esto de los celulares. Pero sí Europa y ahí pusimos el ojo. Acá en Chile me decían: ‘Tú estás loco, eso es un servicio de lujo’. Y yo les contestaba: ‘No, esto va a ser el reloj de las personas’. Estaba convencido de eso”.
“Fueron experiencias muy bonitas que permitieron que mucha gente de Entel viera otras realidades. Si bien fueron negocios sin pérdidas, pero que tampoco prosperaron, sí sirvieron para crear esta unión, esta forma de ser equipo, de ser familia, de desafiarse, de sentirse importantes en el mundo”.
El corazón de Entel
“La gente que trabaja en Entel ama su empresa. Cuando los colaboradores se van, se siguen juntando entre ellos. Yo mismo, todavía me veo con muchos ex-entelinos que salieron hace 5, 20 o 30 años atrás. Siempre hablando de lo que hicimos, de lo que no hicimos, con la camiseta y el corazón bien puesto. Esta es una empresa muy linda.
También es una empresa muy racional. Tiene orígenes ingenieriles y técnicos, y eso todavía está en su hardware. Nació orientada por el Estado para resolver problemas de comunicación después del terremoto del 60. A partir de eso se instalaron microondas y estaciones satelitales, con el objetivo de conectar al país de norte a sur, de cordillera a mar y a Chile con el mundo, como decimos siempre. Entel es una empresa muy chilena, esa es una gran forma de definirla”.
Guillermo Cifuentes
Adiós a la NASA
“Hice mi práctica en el verano de 1975 en la NASA, cuando estaba aquí en Chile. Estuvieron hasta los años 80 más o menos, después le pasaron las instalaciones a la Universidad de Chile y luego lo compró una empresa sueca, que es la dueña actual de esos terrenos en Peldehue. Yo ya sabía que la NASA se iba y a mí me había encantado, me habría quedado ahí. No sabía mucho qué hacer, en el intertanto incursioné en electromedicina y luego decidí postular a Entel. Había un concurso para entrar al tema del satélite, pero cuando me tomaron el examen para ingresar, yo no sabía nada de satélites. Lo de la NASA nomás, pero no aplicaba porque esos eran satélites de prospección, meteorológicos, no había satélites de comunicaciones. Entonces me fue como la mona en la interrogación, pero se les ocurrió preguntarme sobre modulación de pulsos codificados, y ese era el tema que yo había estudiado para electromedicina. Entonces quedé adentro. Lo que pasaba era que teníamos acceso a satélite en Chile, pero solo se usaba con fines internacionales y casi mayoritariamente intercontinentales. Y estaba la necesidad de comunicar la ciudad de Punta Arenas con el resto del país, porque no tenían comunicaciones. Yo entré para ese proyecto, en el año 76, y desde esa fecha he estado metido en el tema: satélite, satélite, satélite”.
Las VSAT, creadas en los años 90, son antenas más pequeñas y poderosas
La evolución
“En los 90, las coberturas de los satélites empezaron a ser más focalizadas, más reducidas, entonces la energía que antes se dispersaba en todo el océano la empiezas a concentrar y eso permite que haya antenas cada vez más pequeñas. En 1992 se creó lo que se llama VSAT, Very Small Antenna Terminal. Medían solamente 2,4 metros de diámetro. Van arriba a unas torres, tú con una antena más pequeña ya podías recibir esa señal del satélite. La ganancia de eso es que puedes ir a más puntos, porque no es la idea estar eternamente poniendo antenas gigantes de veintitantos metros”.
Un cohete de SpaceX despega con 58 satélites LEO desde Florida en 2020
MEO versus LEO
“Luego de los satélites geoestacionarios que giran junto con la Tierra, están los de media altura como este sistema que funciona en Isla de Pascua. Se llaman MEO, Medium Earth Orbit. Y por el 2020 ya empiezan a aparecer los satélites de baja altura, los de Elon Musk que se llaman LEO, Low Earth Orbit, y están a 200 y hasta a 2 mil kilómetros de altura. En el 2020 empezamos a estudiarlo, y en el 2021 me compré una antenita. Y después de Starlink, la gente que fabrica esto, me enviaron una sin costo, una pequeñita que acabo de instalar en el patio de la casa”.
Probando en el observatorio
“El año pasado se instaló el primer sistema Starlink profesional en Santiago. Lo hizo un tipo con el cual tuve la suerte de trabajar durante una semana en el Cerro Calán. Él lo configuró, hizo todo. Tuvimos una semana muy buena trabajando en el observatorio y allá hicimos las pruebas para conectar a Starlink todas las tecnologías 2G, 3G, 4G y 5G. Fuimos al Cerro Calán, la idea era probar la conexión de esa área de la ciudad con esta antena nueva, a ver cómo funcionaba el satélite de Starlink. Entonces el director del observatorio nos prestó una sala especial que tiene aislada para poder probar. Éramos poquitas personas, los investigadores franceses, chinos y los que trabajan en el observatorio. Con ellos hicimos las pruebas y funcionó. Funcionó perfecto. Después de eso, nos fuimos a Pascua con las antenas nuevas y en enero de este año hicimos lo mismo en Antártica, se inauguró los primeros días de marzo. La que usamos en el Cerro Calán la probamos para un reemplazo de microondas en El Monte y ahora está guardada. Y ahora estamos con el pan dentro del horno para llevar esto a todo Chile”.
Pedro Carcuro
Rodrigo Guendelman
Consuelo Saavedra
Andrés Bravari
“De niño me iba a una feria de libros viejos que estaba en la Alameda. Cachureaba todo lo que podía y compraba libritos, por ejemplo de Philip K. Dick y por supuesto leía a Arthur Clarke, el escritor británico que en los años 40 había imaginado que con tres satélites geoestacionarios se podía cubrir el 90% de la superficie habitada de la Tierra”.
“Yo crecí fascinado pensando en esos satélites, serían como tener una torre de 36.000 kilómetros de altura. Así que cuando llegaron estos ingenieros a hablarnos de este proyecto pionero, trabajar acá en Chile en la primera estación latinoamericana, era como un sueño para mí”.
Los niños del satélite
El compromiso
“Cuando sonaba la alarma de interrupción de tráfico todos corríamos y llorábamos poco menos, era escalofriante. Me acuerdo de haber estado trabajando literalmente a pata pelada, metido en el agua en la noche porque uno de los enfriadores de los sistemas de alta potencia se había roto. Era una pana muy seria, porque no se podía transmitir. Es que eso fue importante, el espíritu que se impregnó en todo este grupo nuevo fue hacer las cosas de la mejor manera posible. Que la señal no se cayera nunca.
Teníamos turnos 24 horas. Yo estaba recién casado y nos fuimos a vivir con mi señora a Melipilla, para estar más cerca de Longovilo. Pero igual nos tocaba estar tres días dentro y tres fuera, era terrible, y nosotros con una guagua. En la Navidad, mi señora fue a acompañarme a la estación con mi guagua. La Paola, mi hija, vivió su primera Navidad en Longovilo”.
José Maza
“A todos los jóvenes, estudiantes, les digo: este no es el siglo del conocimiento, es el siglo de la información. La información está en nuestras manos, en nuestro smartphone: hoy yo ‘me conecto, luego existo’. La vida de los jóvenes va a ser en 100 años más y la evolución tecnológica es tan rápida que no sabemos qué pasará en 50 años más. Los que piensen mejor serán los que se adapten a este cambio que es inevitable”.
Eduardo Carmi
El presidente Jorge Alessandri Rodríguez. Fotografía: Copyright© “Colección Museo Histórico Nacional”
“Pero había formas distintas de ver el tema desde el punto de vista político. La ITT era una transnacional gigantesca, una empresa extranjera con una filial en Chile. Como todas estas empresas multinacionales, lo que más le interesaba era sacar el máximo de utilidades posible, utilizando una gran cantidad de equipos sobre los que podían rentar. Entonces el presidente Don Jorge Alessandri Rodríguez, en el año 64 -el año anterior al que yo entré a Entel- paró el proyecto de la ITT, les revocaron la concesión y mandataron que fuera el Estado el que desarrollara una red de microondas de Santiago hasta Concepción”.
“El primer enlace desde Santiago al sur fue complicadísimo por las difíciles condiciones de visibilidad. Hice unos cálculos por aquí y por allá, y llegué a la conclusión de que el cerro 866 en San Francisco de Mostazal debía tener visibilidad directa con el edificio España, donde iba a estar nuestra antena. Subimos ese cerro un montón de veces. Una de esas veces tuvimos un percance tratando de pasar sobre unos espinos, y se nos quebró el espejo. Llegamos arriba igual a intentarlo con los pedazos que habían quedado, pero no funcionó. No hubo señal de vuelta. Nos volvimos medio frustrados a Santiago y le pregunté a los muchachos, unos ingenieros en práctica que había dejado encargados de apuntar el espejo en el Edificio España, qué había pasado. Uno de ellos me dijo: ‘Estuvimos arriba hasta las 2:30 y después nos fuimos a almorzar’. Casi lo maté. Me habían dejado plantado, literalmente en la punta del cerro”.
“Las microondas fueron reemplazadas posteriormente por un sistema de mucho mayor capacidad, la fibra óptica, ya en la década de los 90. A mí me tocó instalarla entre Santiago y Valdivia. La fibra óptica es un cable, que teníamos que instalar dentro de unos tubos de plástico duro que iban al fondo de una zanja. Imagínate, hicimos 900 kilómetros de zanjas, pasando por los lugares más increíbles, atravesando desde ríos hasta bombas de bencina”.
Santiago Astraín
Ilustración de un cráter lunar
Con el sueño de captar señales desde fuera de la Tierra, un grupo de recién egresados ingenieros recorrieron caminos rurales y zonas de sembradíos por todo el valle central. Buscaban un lugar sin interferencias para una gran antena que apuntaría a las estrellas y haría que Chile lograra algo que a mediados de los años 60 aún sonaba a ciencia-ficción: comunicarse con el mundo vía satélite. Arthur C. Clarke, divulgador científico y autor de la novela “2001: Odisea del Espacio”, el texto que inspiró la película homónima de Stanley Kubrick, había visionado aquel sueño ya en 1945, en su artículo “Retransmisiones extraterrestres: ¿pueden las estaciones de cohetes ofrecer cobertura de radio mundial?” versaba sobre la posibilidad de lograr comunicación global a través de satélites geoestacionarios, es decir, en órbita fija sobre distintas áreas del planeta.
Tras varios meses, los andariegos dieron con el lugar perfecto: Longovilo, un valle cercano a Melipilla rodeado por la Cordillera de la Costa y cadenas de cerros que lo blindaban de la recién instalada red troncal de microondas y también de las señales de los barcos. “No sé si te imaginas un cráter lunar: una cosa plana con levantamientos en los alrededores”, relata Eduardo Carmi, uno de los que dio con la locación perfecta.
Sello postal conmemorativo, 1970
Al sur del Ecuador
La transmisión del primer paso de un hombre en la Luna hizo patente el salto de Chile al futuro. “Sacar la antena de su operación normal y llevarla a otra posición significaba dejar al país temporalmente sin comunicaciones, pero la Presidencia lo autorizó”, recuerda Andrés Bravari, a cargo de captar y transmitir el histórico momento desde Melipilla. “Eran dos o tres horas desconectados, pero creo que se consideró que mientras estuviera este espectáculo nadie iba a estar hablando por teléfono. Así que cortamos el tráfico, apuntamos hacia el oeste, pasamos por un portezuelo entre cerros de la Cordillera de la Costa y ¡plop! apareció la señal. Hubo un griterío en la estación”.
Con esta transmisión única en el Cono Sur, las telecomunicaciones chilenas sumaron credenciales suficientes para posicionar a su líder como representante del país en Intelsat, consorcio intergubernamental creado en 1965 para masificar la comunicación satelital. Ahí, el ingeniero desplegó sus dotes de negociador. “Astraín luchó mucho para que no hubiese dominación de los países grandes -señala Spencer-. Había que hacer satélites, que empezaron a ser más eficientes, y los países que tienen peso en esto dominaban dónde se ponía la antena. Él abogaba para que no se olvidaran de los países de abajo, al sur del Ecuador”. Conociendo los desafíos de la geografía chilena, se dio maña para incluir en el acuerdo de Intelsat una cláusula especial: en principio la tecnología no contemplaba conectar un mismo país a través de estos servicios, pero Astraín hizo incluir una excepción para las comunicaciones por satélite de regiones de un mismo país aisladas por barreras geográficas. Eso permitió que más tarde Punta Arenas y Rapa Nui tuvieran comunicaciones satelitales.
Diplomacia espacial
Astraín dejó Entel en 1970 y, en paralelo a la docencia en el Departamento de Ingenieria Eléctrica de la U. de Chile, concentró su trabajo en Intelsat, donde dos años más tarde fue nombrado primer secretario general y en 1976 primer director general. Aparte de sus conocimientos técnicos hablaba inglés, francés, algo de alemán, y, mejor aún, manejaba la diplomacia científico-tecnológica.
Andrés Bravari llegó a ser parte de la Junta de Gobernadores de Intelsat y recuerda que “el año 76, en plena Guerra Fría, invitaron a Santiago Astraín como mediador para lograr la inclusión de Taiwán en Intelsat, como territorio aparte de China. El asunto en alguna forma lo arregló y pudieron entrar”.
La lista de reconocimientos que recibió el ingeniero incluye el galardón anual de la Federación Astronáutica Internacional (1979), el Premio Nacional de Ingeniería en Chile (2004) y una distinción de la Fundación Arthur C. Clarke por su carrera (2001, el año de la “Odisea en el Espacio”).
En la entrega de esta última, John Mc Lucas, presidente de la entidad, destacó el rol del chileno en el uso de satélites geoestacionarios “y convertirlos en la realidad tecnológica que ahora conecta a las personas y países del mundo. En un sentido muy concreto, Astraín convirtió la ciencia-ficción de Clarke en un hecho científico”.
Jorge Atton
“Chile es un país geográficamente complejo para el desarrollo de telecomunicaciones. Ahora ya estamos cerca del 98% de cobertura, pero las alianzas público-privadas en este tema son muy relevantes. Me tocó implementar el programa ‘Todo Chile Comunicado’, desde el Estado con Entel. Un proyecto muy emblemático que llevó infraestructuras de telecomunicaciones a zonas remotas donde no había nada. Hubo un salto cuántico de cobertura, pasando de un 73% a un 90%, prácticamente. Fue un proyecto muy bonito. Uno siente orgullo de hacer ese tipo de cosas que tienen un impacto en la comunidad”.
“A principios de 2011, llegamos a una escuela en la región de Arica para lanzar este programa. Era un establecimiento que estaba prácticamente solo en el territorio. Los alumnos y sus familiares caminaban tres o cuatro kilómetros para llegar, y lo más impactante fue ver a los niños enseñándoles a sus padres lo que es un computador y cómo conectarse a la web. Esas experiencias hacen que se te encoja un poco el corazón, es una gran satisfacción que una alianza público-privada haya podido resolver el problema de la desconexión”.
“Si uno mira el mapa latinoamericano de las telecomunicaciones, en todos los países hay dos grandes operadores que abarcan el 80% o 90% del mercado, y ambos son internacionales. El único país que tiene un operador nacional y que además es líder, es Chile”.
Eduardo Frei Ruiz-Tagle
El presidente Frei Montalva en la inauguración de la Estación Satelital Longovilo, en 1968. Fotografía: Archivo Entel
Pioneros en la conexión
“Entel fue el primero que conectó a Isla de Pascua y a la Antártica con Chile y el mundo. Se han logrado grandes cosas y hay que seguir haciéndolo, la asociatividad público-privada es fundamental para el desarrollo de los países. La historia de Entel demuestra que es posible y que se puede hacer: esto que se construyó en Chile cuando Frei fundó esta empresa de las comunicaciones hace 60 años, hasta hoy que somos un país que fue pionero en telecomunicaciones en América Latina”.
Eduardo Frei Montalva y su familia. Fotografía: Biblioteca del Congreso Nacional
“El alunizaje lo vimos en la casa de mi padre, con toda la familia. El programa duró más de dos horas. Fue muy emocionante para él y nos dijo: ‘Ustedes van a vivir otro mundo, otras comunicaciones, otras maneras de relacionarse’. Tenía una visión extraordinaria: hizo leyes tan importantes como la Reforma Agraria; el tema educacional; recién llegado a su gobierno prácticamente creó Entel para conectar a Chile y a Chile con el mundo; pero además tenía una mirada de futuro que siempre compartió con nosotros, con sus hijos, con su familia”.
“A Santiago Astraín, el primer gerente general de Entel, lo conocí en la escuela de ingeniería. Era mayor que yo, estaba dentro de los que nosotros veíamos ya como grandes ingenieros, de la talla de Raúl Sáez, el gran fundador de Endesa; o Fabián Levín, el fundador de la CAP”.
“Para potenciar a los grandes sectores rurales de Chile, donde se producen alimentos que se exportan a todo el mundo, creamos el Fondo de Desarrollo de las Telecomunicaciones. También fue clave el programa Enlaces, con el cual llevamos computadores a las escuelas”.
“Ahora se viene la Inteligencia Artificial, las nuevas tecnologías que tenemos que adaptar a nuestra realidad. Para eso necesitamos recursos e invertir en I+D. Ya vamos en el 5G, con empresas de todo el mundo que vienen a invertir en telecomunicaciones, en educación y en otros sectores de la economía. Que lo hagan respetando la Ley chilena y los tratados internacionales que hemos firmado. Esa es la base para poder seguir construyendo el futuro”.
Alejandro Alaluf
“En lo macro, los desafíos futuros de las telecomunicaciones tienen que ver primero con asegurarse que todos los habitantes de un país tengan acceso a la conectividad. Y que ojalá esté siempre presente, sin barreras. Al momento, de Arica a Punta Arenas, incluyendo áreas rurales, Isla de Pascua y cualquier otro sector del territorio nacional, se puede tener una accesibilidad garantizada. Posteriormente, los próximos desafíos tienen que ver con el avance de las nuevas tecnologías”.
“La inteligencia artificial se transformó en la gran cara de la innovación, y el desafío es que ese tipo de tecnología pueda llegar a todo tipo de usuario. Aquí, nuevamente, el teléfono celular va a ser el elemento más trascendental en llegar a todas estas nuevas metas, para que funcione todo de manera correcta, cada vez más rápida, más fluida, sin barreras de entrada. Ojalá que cada persona pueda tener un dispositivo móvil lo más nuevo posible, con la posibilidad de acceso a las nuevas tecnologías para mejorar la vida en todo orden de cosas”.